miércoles, 18 de febrero de 2009

El verbo perdido

Ayer vovlí al fútbol tras casi 2 meses de inactividad. Producto de las fiestas, las vacaciones, la paja generalizada y “la calor que mata” (como decía mi abuela) se fue postergando el retorno a las canchas. La realidad (siempre dura y triste) me enfrentó a mis limitaciones físicas frente a la falta de continuidad, expresada en forma de un terrible dolor en el gemelo derecho, en “los buldogs” como decía el profeta Maradona. El gemelo derecho me duele cuando camino, me mata cuando subo una escalera, tira cuando me saco la media, asi at nauseum. Paralelamente, estoy sufriendo la incompetencia de los aires acondicionados, o la triste realidad de la demanda insatisfecha tan típica de nuestra sociedad cruel. ¿Que quiere decir esto en criollo? Que el puto aire acondicionado no me anda en verano cuando todo el invierno el muy turro estuvo ahí bien al pedo esperando su momento. Con lo cual estoy sufriendo el interminable ciclo karmico veraniego del “me cago de calor”, “me cago de frío”, “me cago de calor”, “me cago de frío”, esto último cuando paso a otro lado ya sea auto, otro despacho, mi casa, etc. Cuando uno se expone a este vil ciclo, en vez de obtener el nirvana de la temperatura ideal en forma constante lo único que logra es un maldito resfrío veraniego, y para mi estar resfriado en verano es tan humillante como estar insolado bajo una tormenta de nieve.
La cuestión es que hoy mis dos pesares del día 17 de febrero de 2009 se juntaron y tuve una revelación. ¡Alabado sea el señor! Mientras manejaba se me empezaron a caer los mocos en estado líquido producto de lo expresado anteriormente. Deje una mano en el volante y con la otra busque en la guantera mis tan preciadas carilinas que, tan putas como el aire acondicionado, cuando las necesitas no están. Asique recurrí al método milenario y tan práctico del garzo por la ventanilla. Junte con todas mis fuerzas todo el caudal de moco semi líquido en mi garganta, baje la ventanilla y escupí terrible masa deforme que fue a para al medio de la respetable Avenida Libertador frente a la mirada horrorizada de una señora que venía por la mano de enfrente y no sabía que todo eso podía salir de una persona de este planeta. Luego de la acción me di cuenta que se me empezaba a acalambrar el gemelo derecho y puteando dije:
- Se me acalambra hasta cuando, hasta cuando...
Y ahí me dí cuenta, ahí tuve la revelación de que la noble tarea de juntar todos los mocos en el buche, acompañado esto de un ruido de ogro en celo, es una acción que no tiene nombre, no hay un verbo que identifique esto...¡Es un horror! ¡Es una falta de agradecimiento a una situación tan liberadora y popular!
Lanzar toda la flema por la boca se llama: Escupir.
Dirigir la misma adonde se quiere se llama: Apuntar.
Tomar aire luego de esto se llama: Inhalar.
Pero juntar toda la porquería logrando el asco de los que nos rodean no tiene nombre!!!!
¡¡¡Es el verbo prohibido o el verbo perdido!!!
Una revelación más en una mañana camino al trabajo sin nada de ganas de trabajar...