martes, 22 de septiembre de 2009

Una mujer hecha y derecha

En mi vida anterior fui mujer. Estoy seguro. O quizás en dos vidas anteriores fui mujer. Lo descubrí hoy apenas me levanté. Puse el nuevo disco de Bebe y mientras me duchaba y cantaba las canciones por enésima vez me di cuenta que la comprendo. Comprendo sus letras. Comprendo sus alegrías, y principalmente sus dolores. Pero no desde una mirada complaciente, condescendiente, sino desde la perspectiva de una mujer que pasó por esas situaciones. Me cuesta explicar esto sin que un amigo me diga: Maraca, reprimido u otra calificación más que aplicable a este comentario. De hecho no se si explicarle a mi novia lo que pienso sin que ella me diga: “si fuiste mujer entenderías que tus pedos en la cama no son graciosos y dejarías de hacerlo”. Pero hoy en la ducha me di cuenta que comparto con Bebe cada una de sus letras. Como una mujer hecha y derecha.

Los temas que me develaron mi pasado karmico: http://labebebellota.com/

jueves, 17 de septiembre de 2009

La injusticia del otro Yo

Anoche tuve un descubrimiento muy importante. Cené liviano como me recomendó el médico para pasar la noche sin ningún incidente de reflujo o acidez. Leí durante un período más que justo el libro “El origen del nombre de los países”, y sin llegar a la instancia de cabecear con el libro en la mano, lo cerré y me relajé para entrar en esa petit muerte que es el intervalo entre el día de hoy y el que sigue.

A eso de las 4AM una sensación profunda en la vejiga me indicó que era exagerada la cantidad de agua tomada en la cena. Es que durante el día había tomado muy poca y quise recuperar, antes de ir a dormir, para llegar a la cantidad indicada por mi nutricionista (“mínimo tres litros”). Muy dormido, con el antebrazo y la cabeza apoyados en la pared, oriné no menos de dos litros en un estado de zombi total.

Al tiempito de volver a la cama, el mundo real y el mundo de los sueños se empezaron a fundir hasta que el segundo se adueñó de mi cerebro.

En el sueño iba a ver un recital de Martin Buscaglia, o tal vez era un talk show de Andy Kustnesoff, simplemente ocurría eso que es tan normal en los sueños, una persona es alguien y al instante es otra con toda la naturalidad que este mundo permite. El show transcurría en una casa (o hostel), un lugar conocido. Conocido para el Yo soñador, aunque el Yo despierto no tenga idea de dónde o qué sea. En esta casa me recibía una chica que daba la sensación de ser la organizadora del evento. Ella me trató muy amablemente hasta darse cuenta que yo tenía una guitarra en la mano. Con dulzura, pero firme, me dijo:

– No podés entrar con la guitarra.
– ¿Me la podés guardar en algún lado y la retiro cuando me voy? –pregunté con buena onda.
–Siempre lo mismo, la otra vez que viniste trajiste una maceta –respondió fastidiada.

Automáticamente, el Yo soñador se dio cuenta que era verdad, que en el show anterior, en esa casa (o hostel), evento ocurrido en otro sueño, había asistido con una maceta en la mano, y la anfitriona, con muy buena predisposición, la había guardado. El Yo soñador notaba que entre despistado y abusador, muchos sueños después, volvía a hacer lo mismo. Pidió disculpas y prometió que sería la última vez.

De repente abrí los ojos y estaba alucinado. Desperté a mi novia y empecé a explicar lo sucedido.
– ¡Tengo dos memorias, una para cuando estoy despierto y otra para cuando duermo!
– ¿Qué? Son las 5 de la mañana, yo en una hora me levanto para ir a trabajar y vos seguís de largo hasta las 9, se considerado y dejame dormir.

Su reclamo era justo y seguí reflexionando sobre el tema en silencio. Era evidente. Mi cabeza tiene dos memorias en paralelo, y está claro que la memoria del Yo soñador está acumulando mucha información y por eso el Yo despierto (quien escribe estas palabras) tiene tan mala memoria. Está desproporcionada la asignación de recursos de mi cabeza entre estos dos mundos. Es un gran hallazgo, pero de alguna manera debo resolverlo.

Hoy, más tranquilo, puedo decir que mi descubrimiento me indignó. Porque en definitiva el Yo despierto, no tiene por qué aceptar esta lucha de recursos solapada, nunca blanqueada. En qué momento se negoció quién se quedaba con qué, bajo qué condiciones se determinó que el Yo soñador podía delirar, ser un héroe de guerra, tener sexo con la mejor mujer, volar, dialogar con las personas queridas fallecidas, y guardar esas memorias, y regocijarse cada noche sin compartir. Yo, el “despierto”, el “real” tengo un pedacito de esos archivos para utilizar y, guardar memorias que se limitan a broncas, deseos no satisfechos, frustraciones obstinadas, ideas no implementadas y, con suerte, algún segundo puesto en un torneo de fútbol de muy poca monta.

En cinco minutos me voy a acostar dispuesto a pelear por un lugar donde guardar cosas lindas. Quiero espacio para retener instantáneas plenas, alguna risa que encuentre por ahí, el sabor del próximo beso. A dormir, pero despierto. A pelear. Nos vemos.