jueves, 20 de mayo de 2010

El Espejo

Capítulo 0

Me miro en el espejo y soy yo. Miro a los costados y no hay nadie más. “¿Te diste cuenta que de perfil somos unos perfectos desconocidos?”, había dicho Pablo mientras se paraba para ir al baño, y me dejó pensando. Ahora el que estaba en el baño era yo, la cerveza funcionó como diurético implacable, y como distorsionador de mi conciencia, pero la afirmación me despertó de mi ceguera parcial. Mi perfil era totalmente desconocido. Trato torpemente de mirar mis lados pero pierdo la visión. Las cejas, la cara de enojado, de galán, la risa me son familiares, es obvio, pero esas mismas expresiones de perfil son un enigma total. Alguna foto me viene a la cabeza, alguna imagen de esos espejos que tienen tres paños y te dejan ver torpemente los lados también, pero no me alcanza.

Capítulo 1

El circo está casi vacío. No me genera nostalgia, ni decadencia, y mucho menos alegría o fantasía. Encontré en internet el Circo de los Hermanos Rodas. En realidad buscaba cualquier circo, o museo moderno, o lo que sea que tuviera una sala de espejos. De hecho, no tenía recuerdos de haber estado alguna vez en uno, pero la idea me vino a la cabeza el viernes pasado en el baño de Acabar. Para mi sorpresa, la sala de los espejos no era sólo una vieja fantasía de los dibujitos animados donde se daba la batalla final entre los personajes antagónicos sino que era una realidad a veinte minutos de mi casa, en el viejo y reconocido Circo.

Capítulo 8

Es la séptima vez que vengo a la sala de los espejos y la primera en que siento conocido y propio lo que veo. Las entradas capilares y los hombros tirados levemente hacia adelante ya no me incomodan. Lo que veo sigue sin convencerme, pero ya no molesta. No dejo de preguntarme cómo fueron diez años atrás los movimientos que experimento y analizo de perfil. Nunca tomé conciencia de mi nariz. Bailo en soledad frente a los espejos e ignoro al guardia de la sala que me ve como a un loco. Ayer me observaba con uno de sus compañeros y se reían. No entiende que estoy descubriendo lo que todos ya sabían de mí menos yo.

Capítulo 11

No es enojo exactamente lo que siento. Hace doce días que Pablo me metió esta idea en la cabeza de casualidad y ahora no se cómo va a terminar. Las heridas de los nudillos ya cicatrizaron y el crujido al pisar los vidrios cada vez que entro al baño de mi casa no me avergüenzan. “El Circo es itinerante, flaco, así que tomátelas y no jodas más”, me dijo el cajero del Rodas ante mi queja desproporcionada por la partida de ellos hacia algún pueblo del interior. Mis visitas ya los incomodaban. Es que ellos no saben de su ignorancia. Yo sí. De la de ellos, y lamentablemente de la mía. La pregunta “quién soy” me parecía estúpida y frívola, pero “Quién soy de perfil” es otra cosa.

Capítulo 88

Los que vienen a casa me miran mal. No entienden. Yo estoy mejor, mucho mejor. Es verdad que casi no salgo de la pieza, pero mi propia sala de espejos es un éxito. Apago el despertador a la mañana, traigo la comida a la cama, me sueno la nariz, me visto, hago todo y los mil ángulos me dan la verdadera visión de las cosas. Me encanta, me llena de satisfacción. Pronto voy a estar listo para volver a la calle, a “la vida común y corriente”, a la vida de frente, a la vida de los demás, la de los ignorantes, pero con la verdad develada. No sé cuánto tiempo me falta. No tengo apuro.