domingo, 14 de febrero de 2010

Uno es uno

Llegué a la oficina pensando en quién ganaría si hubiera una pelea entre San Valentín y San Antonio. El pronóstico no estaba claro y las apuestas serían parejas. San Antonio utilizaría como argumento de ataque la entrega solidaria de novios (especialmente los domingos), a lo que San Valentín contraatacaría con la consolidación del amor a base de globos en forma de corazón, ositos de peluche y mucha variedad de merchandising llenos de I love you.

Dentro de tan enfrascado dilema, tardé en notar que sobre mi escritorio se encontraba una nota. Al tomarla, leí el mensaje escrito en letra muy clara: "Uno es uno, dos unos hacen once". Al instante me di cuenta que tenía una gran certeza sobre la nota: No sabía ni por aproximación quién ni por qué me había dejado la misma sobre mi lugar de trabajo. Miré a mi alrededor tranquilamente y todos estaban concentrados en sus actividades. De hecho, era sospechosa la concentración de cada uno en sus tareas. Ni un "Hola" o el clásico "Llegando tarde otra vez", ni el más mínimo "cabezazo" de saludo descomprometido de alguno de mis compañeros.

Me senté como cualquier otro día de trabajo y mientras encendía mi computadora pensaba en la nota, en su significado, y principalmente en su autor.

Primero miré a Paula, la secretaria del jefe. Ella siempre mostraba un especial interés en mi persona, y un exagerado sentido del humor frente a mis chistes. Yo siempre me manejé con precaución para no encender un fuego innecesario y peligroso. ¿Había escrito ella la nota? ¿Qué me quería decir? Repetí mentalmente: "Uno es uno, dos unos hacen once". Un escalofrío me recorrió el cuerpo. ¿Se referiría a que hoy estoy solo, sin pareja y que juntos podríamos formar una familia? Pero... ¡¿Once hijos?! La miré y repentinamente sentí estar frente a una psicópata del Opus Dei dispuesta a poblar la tierra con descendientes míos. Descarté rápidamente esta teoría y más tranquilo seguí pensando.

Mi siguiente sospecha recayó en Manuel. El tesorero. Siempre está insistiendo en que armemos un equipo con todos los de la oficina para inscribirnos en un campeonato de fútbol que organizan en el club que él frecuenta. Mi desinterés sobre la propuesta se generó automáticamente cuando me dijo, a la pasada, que los partidos se jugaban los domingos a las nueve de la mañana. "No cuentes conmigo" fue mi lapidaria respuesta. "Uno es uno, dos unos hacen once". ¿Me estaría diciendo que no sea egoísta y que entre los dos formemos un equipo de once jugadores? Sus mañas psicológicas eran habituales, pero su pensamiento muy lineal y poco lúcido. Si él quisiese dejarme una nota para armar un equipo la misma diría: "No seas amargo, armemos el equipo y dejate de joder". Seguí pensando.

El tercer sospechoso de la nota anónima era Esteban. A él le encantan los enigmas, los acertijos, lo desconocido y misterioso. La semana pasada me volvió loco con que teníamos que hacer la excursión de las casas embrujadas de San Telmo. Me contó que se juntan un grupo de espiritistas una vez al mes y van recorriendo conventillos abandonados donde se supone que viven fantasmas o al menos hay actividad paranormal. Le dije "Pará porque vos estás dejando de ser normal y me asustas". Todo empezó porque una vez le dije que me gustaba la serie "Los expedientes X". Para qué. No se cansa de venir con historias raras y complots de lo más sofisticados y paranoicos. ¿Será esta frase una pista que me está dejando para descubrir dónde esta hundida la Atlántida? Es probable.

Margarita pasó a mi lado. Me miró y no saludo. ¿Sería ella? ¿Sería algún tipo de pasada de factura de mi enemiga oculta? Margarita siempre está enojada con todos, pero especialmente conmigo. Trabaja en Recursos Humanos, pero odia el trabajo y lo único que quiere es "Hacer consultorio". Es que ella es psicóloga o psicoloca como le digo yo y se enoja. "Uno es uno, dos unos hacen once", ¿Será una especie de declaración de principios? ¿Que ella es ella y que si la multiplicamos por ella misma es mucho más? Sin dudas Margarita está necesitando reconocimiento (y un marido), pero esto es retorcido. Aunque pensándolo bien, retorcido es un buen adjetivo para describir a Margarita.

No dejaba de pensar en Margarita y sus vueltas cuando mi jefe se acercó por atrás y me dijo:
— Que llegues tarde vaya y pase, pero que siendo las once y media no hayas iniciado el Excel para hacerte el que trabajas ya es un descaro inusual hasta en vos.
— Hola Jefe. No le voy a mentir. Estoy metido en la resolución de una nota misteriosa que me dejaron en el escritorio. Mire.

Mi jefe leyó la nota que yo sostenía frente a sus ojos y luego me miró con una pequeña sonrisa entre dientes que no pude descifrar. Habló con voz tranquila:
— Ayer a la tarde tuvimos la reunión de equipo. La que tenemos los primeros martes de cada mes y de la que no hay forma que te acuerdes y participes — me incomodó su justo reproche —. Ayer en particular, tratamos el tema del trabajo en equipo, la solidaridad, el compañerismo y de cómo la unión hace la fuerza. En definitiva, que la suma es mucho más que cada una de las partes. Por eso esta mañana les dejé a todos, no sé por qué a vos también, este viejo y simple proverbio hindú. La verdad que desconozco qué habrás pensado este rato, para no entender algo tan simple. Te pido, si no es molestia, que empieces a trabajar ya mismo así no me seguís obligando a tener que buscarte reemplazo.

Me sacó el papel de la mano de un tirón y mi mano quedó suspendida en el vacío como si estuviera por hacer una pregunta. "Uno es uno", esa parte sí la entiendo, pero el resto, es mariconeada motivadora de multinacional. Prendí el messenger, active mi usuario personal, y seguí mi rutina habitual de no trabajo.