lunes, 5 de julio de 2010

Mann des Friedens

El Honorable Profesor Jurgën Thiemicke entró el lunes 5 de julio de 2010 al auditorio que se encontraba colmado de silenciosa expectativa. Su curriculum vitae intimidaba a los más notables intelectuales del momento. Teniendo en cuenta los últimos méritos se podían destacar: doctorado en metafísica ortodoxa en la Ludwig-Maximilians-Universität, de Munich; presidente honoris causa de la Universität zu Köln, de Colonia; creador del Institut für Sozialforschung; autor del multipremiado ensayo “Globalisierung, Selbstachtung in Ländern unterentwickelt” sobre los efectos sutiles de la globalización en la autoestima de los gobernadores de los países emergentes; y consultor permanente del G8 en temas de desarrollo sustentable; entre otros.

Parado frente al auditorio lucía imponente, respetable, superior. Sus gemelos eran regalo de la mismísima Ángela Merkel el día en que juntos inauguraron la sala de arte moderno en el Künstareal de Munich, encuentro aquel, considerado demasiado próximo para los parámetros convencionales teutones. Su traje no permitía ninguna arruga, y si la hubiese, ninguno de los presentes la notaría, ya que su pelo y barba blancos exhibían una prolijidad y un magnetismo que superaba cualquier estética planeada.

El auditorio de la destacada Eselstrasse no permitía errores. Cada uno de los asistentes al distinguido evento tenía un por qué. Sean notables pensadores, periodistas distinguidos, estudiantes de elite, nobles patrocinantes, u otros privilegiados, poseían un claro entendimiento que resultaba en un alegre orgullo de ser parte de tan prometedora jornada, y aguardaban ansiosos las palabras de apertura y posterior ponencia de, sin dudas, la mayor atracción del evento: El Dr. Jurgën Thiemicke.

Tranquilo, y dedicando una pequeña sonrisa a un colega que identificó en la primera fila del recinto, su eminencia se sentó en el escritorio del escenario y acomodó el micrófono. Ajusto su corbata de seda, proveniente de Jiangxi. Colocó unos papeles prolijamente sobre la tarima de madera. Del estuche de cuero, con sus iniciales grabadas, tomó sus anteojos, correctos, precisos, y se los colocó. Se inclinó hacia adelante. Miró al auditorio de la Eselstrasse.Y en una voz clara y profunda, con pronunciación característica de la clase alta bavara, dijo claramente: “Argentina, la tenés adentro“.


Nota del traductor: Mann des Friedens significa en alemás Hombre de paz, lo que (según la particular visión del autor) es lo mismo que Pasman.

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